domingo, 23 de septiembre de 2007

HOY NO HAY NADA

Esta semana no hay película.

Así que os dejamos unos pocos enlaces para que disfruteis de grandes obras del 7º arte:

Top Secret - Zucker/Abrahams/Zucker

Raiders of the lost ark - Steven Spielberg

Tommy - Ken Rusell

El Halcón Maltés - John Houston

Apocalypse Now - F.Ford Coppola

Pues con ésto y un bizcocho hasta la semana que viene.

lunes, 17 de septiembre de 2007

TERMINATOR 2 by Corser


Pues si amigos, no es ninguna visión, ni el efecto de ninguna sustancia psicotrópica ingerida, ni de llevar una taja considerable: por fin en este blog, una película en COLOR, de no más de 20 años de antigüedad y que sus actores / directores no estén jubilados o muertos: Terminator 2: Judgement Day. Un filme que marcó a los de mi generación y que supuso un antes y un después en lo que a efectos especiales se refiere. Ver salir al T-1000 de entre las llamas con su apariencia original de metal y recobrar el aspecto humano, surgir de una baldosa metamorfoseándose en el poli bigotudo o a Gobernator –quien nos lo iba a decir- disparando la majestuosa chailgun contra los coches de policía con el resultado final de 0 Bajas Humanas, entre otras cosas, me dejó alucinado a mis 11 tiernos años y que se ha convertido en un clásico a mis 26 y en la película que mas veces habré visto. Una obra maestra, a mi juicio, del género de acción y ciencia ficción. Al lío:

James Cameron afrontó en 1990 el desafío de hacer la secuela de "The Terminator", película que fue elogiada por prácticamente todos los sectores de la crítica e inmortalizada por el público como un clásico de la ciencia ficción; si bien es cierto que no tuvo un gran éxito de taquilla, si triunfó de manera palpable entre las masas en su edición posterior en cinta. El resultado fue "Terminator 2: Judgement Day", que tomó por asalto los cines de todo el mundo un año después, convirtiéndose, ahora sí, en un enorme éxito de taquilla. Con un presupuesto de aproximadamente 100 millones de dólares, esta película es más extensa que la primera, y cuenta con efectos especiales más complejos y verdaderamente asombrosos para la época.

La historia, que transcurre 10 años después de los acontecimientos de la primera parte, nos trae diversas sorpresas, entre las cuales la más destacada es el pase del personaje de Arnold Schwarzenegger (posiblemente en su mejor interpretación) al bando de los buenos, pese a que argumentalmente sigue la misma idea: Exterminador cibernético enviado desde el futuro, programado para eliminar a John Connor (hijo de Sarah Connor, fruto de la relación que mantuvieron su madre, y el soldado que el propio John manda desde ese futuro para protegerla del primer Terminator, en la primera entrega), el líder de la resistencia humana en un aterrador porvenir dominado por la máquinas, con Skynet (Un ordenador inteligente desarrollado por el Dr. Miles Bennett Dyson a partir de la tecnología futurista que le aportaron los restos de ese primer Terminator, el cual cobra conciencia de sí mismo) a la cabeza.

El papel del villano le toca esta vez a Robert Patrick, quien logra imprimirle a su personaje un aspecto auténticamente amenazador. Este nuevo Terminator (el T-1000) es más sofisticado que el ya conocido T-800, y posee capacidad para transformarse en otras personas. Tenemos entonces, por un lado, un exterminador más implacable y difícil de destruir (su cuerpo de metal líquido absorbe las balas y se recupera de sus marcas instantáneamente). En la otra esquina, el viejo modelo 101 de Cybernide Systems, que tendrá la ardua tarea de proteger a Connor de dicha amenaza.

En esta película, Cameron nos brinda ráfagas de acción sobrecogedora, suspense y drama, pero también encuentra lugar para algunos momentos cómicos. Esto y el hecho de que el personaje de Arnold aparezca más "humanizado" (gracias a las ‘enseñanzas’ que le proporciona Connor, haciendo célebres frases como ‘Volveré’, ‘Confi, tio’ o ‘No problemo’) permiten pensar que "Terminator 2" es, comparativamente, menos oscura que su predecesora. Sin embargo, logra transmitir de forma más palpable la inminencia del fin (el sueño apocalíptico de Sarah Connor es estremecedor) y nos hace reflexionar sobre la naturaleza humana y el valor de la vida.

Mención aparte merece la gran banda sonora, cuyo tema principal compusieron los grandísimos Guns’N’Roses, que se encontraban en la cima en aquella época.

En definitiva, un referente del género que me mantuvo pegado a la butaca durante las aproximadamente 2 horas que dura con la boca abierta, me emocionó con su final y que provocó que la venta de gafas de sol, chupas de cuero y motos chopper aumentara de forma considerable.

Sayonara, Baby!

domingo, 9 de septiembre de 2007

THE COMMITMENTS by Àlex


¿Quién no ha querido formar parte de una banda de rock? Pues eso, unos pocos lo consiguen y otros simplemente aspiramos a ello.

Sobre este deseo se basa mi admiración por esta película de Alan parker. “The Commitments” es una de las mejores películas sobre música jamás hecha. En un barrio de los suburbios de Dublín, el joven Jimmy Rabbitte decide que montará una banda de soul. ¿Por qué soul? Pues porque como él mismo dice, el soul es la música de la clase trabajadora. Así que pone un anuncio y hace unos castings para buscar músicos. Tras reunir a una banda, se ponen en marcha para hacer una serie de conciertos que acabarán con la disolución de esta. Hasta aquí, es una película sobre un grupo como cualquier otra, pero lo que hace de esta una gran película, es como nos muestra las relaciones entre los componentes del grupo. Entre ellos destacan el cantante del grupo, Deco (sigh), un verdadero cabrón, mujeriego y feo pero que tiene una voz prodigiosa; el trompetista Joey, vieja gloria curtida en mil batallas que aparece enviado por el Señor para guiarles y el mismo Jimmy Rabbitte que les hace de representante, el trio de coristas a las que todos quieren repasarse y el colega agresivo que pasa a tocar la batería. Las relaciones entre ellos y su forma de vida son un fiel reflejo de la sociedad irlandesa de los 80. Esa realidad que Alan Parker retrata como nadie puede hacerlo.

Además la película respira un aire de camaradería, de ganas de triunfar en la vida, de luchar por lo que uno quiere conseguir, con ese regusto final amargo que te da la derrota. Pero esta derrota es lo que le da un toque romántico, los triunfadores están sobrevalorados.

Otro punto a destacar es la banda sonora. Clásicos del soul recuperados y versionados en directo por el grupo de actores, porque sí, los mismos actores eran los músicos que interpretan los temas de la película. De entre todos hay que destacar a Andrew Strong, Deco, el cantante, voz rota, negra, con una fuerza poco común en un blanco, sin duda el personaje más carismático de la película, porque aunque es detestable, no puedes dejar de admirar a ese cabronazo con la voz de oro. Los dos cd’s de la banda sonora seguramente habrán tenido mucho más éxito que la película, y son altamente recomendables.

Para finalizar, una frase, la frase de la película, que le dice Jimmy a la banda cuando estos le preguntan el por qué de hacer soul si es música de negros: “Los Irlandeses somos los negros de Europa; los Dublineses somos los negros de Irlanda; y los del Barrio Norte somos los negros de Dublín”

domingo, 2 de septiembre de 2007

HALLOWEEN by Dr.Jota

Halloween, John Carpenter (1978)
El inicio de los 'slashers' en el cine


Michael Myers es el Mal Absoluto. Así, con mayúsculas. O al menos de este modo lo concibió su creador, el director y guionista John Carpenter, cuando ideó la trama de un perturbado que se escapa del manicomio durante la festividad de Halloween para regresar a su pueblo con el fin de degollar a unos cuantos adolescentes en celo. Que de niño tuviera un trauma con las máscaras o con su lasciva hermana es lo de menos. De hecho, hasta que se llame Michael Myers es lo de menos, pues lo que Carpenter pretendía era presentarnos a una reencarnación de Satán en la tierra. Sólo así se explica que no muera nunca, ni siquiera cuando le clavan una aguja de coser en el cuello o cuando le pegan cuatro tiros a bocajarro y lo tiran desde el balcón de una casa. Myers es un ser sobrenatural, es el Demonio, es un concepto mefistofélico más que una persona. Atentos a los diálogos que el Dr. Loomis (Donald Pleasance) tiene con una de las enfermeras del centro:

Marion Chambers:
Don't you think it would be better if you referred to "it" as "him"?
Dr. Sam Loomis: If you say so.
Marion Chambers: Your compassion's overwhelming, doctor.

En efecto, Loomis no habla de Michael como si éste fuera una persona, sino como si fuera un monstruo, una entidad abstracta cuyo único fin sea hacer el mal. No está mal, teniendo en cuenta que se trataba de su psiquiatra. Pero justamente en ello radica lo mejor de la cinta: Michael con su lento andar (aunque siempre atrape a sus víctimas), con su silencio, con su mirada vacía en el único momento en el que le quitan la máscara, con su sadismo automatizado... Impecable la labor de Carpenter a la hora de imaginar semejante psicópata e impecable la forma que tiene de narrar el suspense de la acción: prácticamente no hay una sola gota de sangre en toda la película (al contrario de lo que muchos piensan) porque Myers tiene muchos recursos a la hora de asesinar: en un caso estrangula a una chica con el cable del teléfono, sin mover ni un ápice un solo músculo de su cuerpo mientras la muchacha se debate y patalea como una posesa. Pero la tensión se halla presente en cada segundo de la cinta, merced a esa cámara subjetiva que va siguiendo a la pobre Jamie Lee Curtis desde el principio del argumento, esos silencios insoportables, esas sombras entrevistas en el fondo del plano y, cómo no, esa máscara inexpresiva que tanto pavor causa aún hoy en día. Una máscara hecha con el molde de la cara de William Shatner, el Capitán Kirk de 'Star Trek' o, más recientemente, el Denny Crane de 'Boston Legal', dicho sea de paso (apunte para los enfermos al medio catódico). Y todo ello subrallado con la fantasmagórica musiquilla de piano compuesta por el propio Carpenter, una tonadilla insistente y reverberante que se te mete en la cabeza y no te suelta hasta mucho después de haber visionado el film. Fascinante y, a la vez, pone los pelos de punta. Toda una lección magistral sobre cómo aterrorizar al personal con cuatro duros y un pulso maestro a la hora de llevar la cámara y montar los planos.

Como dato final, simplemente decir que hasta que salió el bodrio de Blair Witch esta película fue el film independiente más rentable de la historia. Que después haya sido imitado miles de veces y que muchos psicópatas de celuloide nacieran a su vera (¿verdad, Jason?) no le quita para nada la originalidad a esta historia, eternamente mancillada con infumables secuelas de las que, con muy buen criterio, Carpenter se desentendió (aunque aún sigue cobrando royalties por ellas). Este verano en USA el infumable Rob Zombie estrena un remake de este clásico, y el hecho de que le dedique más de media hora a la infancia de Michael ya deja bien claro que el muy inepto no ha entendido nada: a Michael Myers no se le humaniza. Myers es el Mal Absoluto.

Cada vez que en un film vean al malo levantarse del suelo para pegar un susto final a pesar de que lo hayan acuchillado, ahorcado, cercenado y cosido a tiros, ya saben a quién tienen que agradecérselo. No se lo tengan en cuenta si son malas copias: acudan a la fuente original y el escalofrío que les recorrerá la espina dorsal será de lo más genuino.


LAS PELÍCULAS FAVORITAS DE LA JUNTA (1)

Iniciamos aquí una serie de comentarios sobre las películas favoritas de la Junta Gestora del blog. Hoy:


ORDET (La palabra) 1955 - Carl Theodor Dreyer


No tengo palabras para describir el éxtasis que experimenté la primera vez que vi esta película. Fue en televisión. Eran mis primeros pasos en el mundo del cine, allá por el 93 (o 94, o 95, o 96 no recuerdo ¡y que más da!) y el primer programa de J.L.Garci “Que grande es el cine”. No podían empezar mejor ambas singladuras. Fue tal el shock que recibí que desde entonces Carl Theodor Dreyer se convirtió en uno de mis directores de cabecera junto a W.Allen, J. Houston, K.Mizoguchi, S.Spielberg y Mariano Ozores, entre otros. En segundas y terceras (y cuartas y quintas revisiones) mi admiración fue creciendo y no solo en el aspecto estético si no en un ámbito más profundo.

Cuenta la película la historia de dos humildes familias danesas enfrentadas por motivos religiosos, en concreto la concepción de dios que cada una tiene. Entre medio, el amor entre el hijo y la hija de una y otra familia, la locura de Johannes y la crisis religiosa que sufre una de las familias a causa de la muerte de una de las protagonistas.

Pero más allá del retrato que realiza el maestro danés de la religión, sus íntimas manifestaciones y los conflictos que ésta genera en lo más profundo de las personas mi lectura es la de una exaltación de la fe sin parangón en el cine. Y si a primera vista parece un alegato a la fe religiosa (no en vano Dreyer es un maestro en la representación de la religión en el cine como acto íntimo y personal) mi lectura es más general (y prosaica si queréis). Es la fe lo que mueve a las personas y la creencia profunda de que las cosas sucederán. Tener fe es primordial para tirar adelante en cualquier proyecto, sea vital, profesional o llamadlo como queráis. Tener fe es básico para creer que todo lo que hacemos llegará a buen puerto. Luego la vida ya se encargará de tumbarnos cuando menos lo esperemos, pero sin esa fe no daremos el primer paso ni el segundo.

Dicen que la fe mueve montañas, tal es su poder. Pero insisto, no me refiero a una fe religiosa si no más bien a la fe que podamos tener en nosotros mismos y en los que nos rodean que nos dará el empuje necesario para poner en marcha nuestra vida, nuestras ilusiones, nuestros proyectos.

La secuencia final del milagro es una muestra del poder de la fe. Tan solo Johannes, el “loco” que se cree Jesús, y la hija de la fallecida tienen fe suficiente para creer en la resurrección de la finada. La fe del que es despreciado por no tener un comportamiento estandar pero que cree en si mismo como no lo hacen los demás y la fe de la inocencia infantil que cree que todo puede pasar solo con creerlo y desearlo.

En el aspecto formal de la película remarcar la austeridad de la visión cinematográfica que tiene Dreyer patente ya desde sus primeros trabajos y que alcanzaría su cenit en “Gertrud” (1964) obra póstuma y considerada su mejor película. Pero no se trata solo de una austeridad en cuanto a elementos fílmicos o escénicos (que también) si no en relación a la expresión de unos sentimientos que parecen contenidos pero que retratan perfectamente la psicología de unos personajes torturados por el tambaleo de su fe. Los diálogos, reducidos a su mínima expresión, expresan solo lo que es vital para el desarrollo de los personajes y de la película. No hay frases superfluas ni innecesarias. Todo está puesto y dicho para que los personajes evolucionen hasta el clímax final representado en el milagro.

Se podrían explicar muchas más cosas tanto a nivel cinematográfico (como el uso del plano secuencia, los movimientos de cámara, el espacio escénico, etcétera) como a nivel temático (Kirkergard, puritanismo, intransigencia…) pero no es esa la cuestión que me ha llevado a comentarla. FE, y solo eso, es lo que nos mueve y nos puede hacer alcanzar los deseos y anhelos que todos tenemos. Tened fe y triunfareis, aunque solo sea a nivel personal.




Os enlazo los 8 minutos finales. Si conseguís pasar del segundo minuto sin dormiros lo consideraré un éxito. Si no, no os preocupéis, ya vendrán otras películas más divertidas.

ORDET